José Fabara ha puesto en debate temáticas medioambientales en El Carpazo, que gestiona desde 2012 junto a su equipo.
¿Cuáles son las dificultades para la continuidad de El Carpazo?
Esto nace porque, hasta ahora, no hay lugares adecuados donde hacer música en Quito y en el país. El festival quiere proponer un espacio de calidad para público y bandas, para estas expresiones artísticas, pero sacar los permisos para que puedan funcionar demanda demasiados recursos y, lamentablemente, para sacar la autorización del nuevo lugar donde íbamos a operar (Lamat, en El Tingo-Valle de Los Chillos) se basaron en un mapa que presentamos solamente, así no se debían evaluar las cosas.
¿No se usan parámetros técnicos?
Desde el Municipio, la Intendencia y hasta los Bomberos las evaluaciones deberían ser desde otro tipo, no hechas solo desde el escritorio. Para definir el aforo de un lugar, por ejemplo, el cálculo está hecho de manera arbitraria, no se presenta de manera transparente y uno, como gestor, no sabe qué requieren. Eso afecta el proceso, que te recorten a la mitad un aforo, lo cual golpea al consumidor porque se debe poner boletas más caras para cubrir costos.
¿Qué pasa con el financiamiento público?
No digo que el Estado debería financiar eventos privados; siempre ha sido difícil acceder a fondos públicos y particulares. Pero la cancelación de este festival es porque dependemos directamente de la venta de boletos. Si no se logra ese ingreso, no se puede realizar el festival. En un momento supe que las ventas no iban bien, era demasiado riesgo continuar, se iba a perder el dinero que invertimos.
De parte del Estado hacen falta, porque no hay, políticas de apoyo para los emprendimientos y ahí hablamos de otros temas, no solamente culturales. En general, no se dan facilidades para que ante la crisis económica que hay se genere empleo.
¿Es demasiado pronto para hablar de la continuidad de El Carpazo?
Ha sido un golpe bastante duro, llevamos siete meses trabajando en esta edición y fue una decisión muy dura tener que cancelar el festival. Me encantaría que pueda seguir sucediendo porque es un espacio para cumplir un sueño. Mi intención es hacer un espacio de conciencia, buena música, artes.
Lamentablemente, la situación económica y política del país es inestable y extraña, no sé qué vaya a pasar a futuro. Si las condiciones no se dan, no lo vamos a poder seguir organizando.
¿Es recuperable en el corto plazo la pérdida por cancelación?
No. Hay mucho dinero que se invirtió en pasajes o pago a artistas internacionales que simplemente se perdió. En publicidad y trabajo de la gente también se pierde. El día del evento se generan plazas para unas 400 personas, que esta vez no las tendrán. Al equipo que coordinó previamente la producción del festival, le pagaremos. Ese dinero no es recuperable.
Diez personas trabajaron durante siete meses, entre producción y comunicación. Tres de quienes lo hicimos a tiempo completo, el resto lo combinó con otras cosas.
¿Qué ha provocado su decisión más allá de quejas?
Se han generado un montón de cosas alrededor de la cancelación del festival. Más allá de dar información interna, quisiera que a partir de esto y de la cancelación de otros festivales (el electrónico Secret Garden en Guayaquil), se haga una reflexión sobre lo que está pasando en la sociedad, a nivel estatal, con la cantidad de burocracia y trabas que hay para que los productos culturales despeguen en Ecuador.
Siento que hubo mucho odio de la gente hacia el festival, porque se esperaban otras bandas en el cartel. No necesariamente se sintieron identificados, pero además las tacharon de muy malas y se generó una ola negativa muy difícil de contrarrestar, que la gente escuche las bandas para valorarlas o descartarlas. Hubo una especie de debate en redes pero sin el tiempo suficiente.
¿Continuarás trabajando con Estéreo Picnic Festival en Colombia?
Ellos reciben una motivación: si inviertes $ 500, el Estado colombiano da en crédito esa misma cantidad. No te lo regalan, te prestan eso. ¿Cómo inyectarle capital a un emprendimiento para que pueda sobrevivir? Eso hay que pensar acá.